Compillas, este post no tiene la finalidad de llenar de elogios a mi equipo por su triunfo obtenido ante los zorros del Atlas en la cuarta jornada del torneo, sino simplememente compartir con ustedes la experiencia que viví en el Jalisco esa noche.
Como algunos ya saben, conseguí boletos para la planta alta de la zona norte, misma en la que se encontraba la famosa barra 51, del Atlas, nombrada así en honor al año en que este equipo ganó su único título en la historia del futbol mexicano profesional.
Un amigo que llegó temprano nos apartó lugares en una área en la que había mayoría de seguidores de Chivas, aunque también se encontraban varios atlistas.
Desde ahí disfrutamos el partido tranquilamente, nos emocionamos, gritamos y hasta estallamos en júbilo cuando llegaron los dos tantos que marcaron la victoria de Chivas. No hubo insultos ni agresiones fuertes de ninguna de las dos partes.
Al terminar el encuentro bajamos las escaleras con la misma tranquilidad. Recuerdo que un seguidor atlista me chocó sin intención en el hombro y me pidió una disculpa, al tiempo que me dio una palmada en la espalda.
Sin embargo, esta calma se rompió al llegar a la parte baja del estadio, ya que en las afueras de este enorme inmueble presenciamos el primer pleito, en el que los principales agresores eran unos seguidores rojinegros, integrantes de la barra 51.
Yo me encontraba acompañado en ese momento por Ulises, su hermano y mi novia. Todos portábamos la playera rojiblanca, salvo el hermano de Ulises, que iba vestido con una casaca de Atlas, equipo del que es seguidor.
Rápidamente nos alejamos de esa zona y nos dirigimos hacia donde estaban algunos elementos de la policía de Guadalajara, en busca de un refugio, pero al cruzar la calle los participantes de la riña comenzaron a desplazarse en dirección hacia nosotros, pues huían de otros policías que los iban persiguiendo.
Lo primero que hice fue sujetar a mi novia frente a mí y caminar a paso veloz, pero pronto llegaron y a la pasada comenzaron a golpearme por atrás.
No pude saber con certeza cuántos eran los que me atacaron, sólo recuerdo que recibí varios golpes en la cabeza, espalda y nuca sin razón alguna, sólo por traer puesta una playera con los colores de las Chivas.
Mientras tanto, Ulises y su hermano trataban de calmar a los agresores sin mucho éxito, hasta que intervinieron los policías con sus macanas para poner un alto al ataque. Sentí un alivio placentero al ver cómo los alejaron con sus rudimentarios métodos.
Enseguida uno de los uniformados nos pidió que nos quedáramos junto a ellos, porque de otra manera no saldríamos ilesos de esa estampida de barristas enardecidos que ya se habían apoderado de la calle.
Momentos después otros atlistas comenzaron a patearme, mientras uno de ellos me gritaba: "Lárgate de aquí cabrón, lárgate!". Al instante un policía lo apartó a punta de macanazos y patadas, mientras el otro chillaba: "Pues que se vaya, que se vayaaaa". Irónicamente eso era lo que yo más deseaba, jaja.
Así pues, nos dimos cuenta que aunque nos mantuviéramos cerca de los policías y con perfil bajo, los barristas nos seguirían atacando mientras tuviéramos puestas nuestras vistosas playeras rojiblancas, por lo que mi novia se quitó la suya y se quedó con una playera de otro color que tenía abajo; Ulises hizo lo mismo y a mí me prestó una su hermano.
Fue así como pudimos salir caminando por la calle Fidel Velázquez hasta llegar a mi carro y marcharnos con una relativa tranquilidad.
Sinceramente sí me asusté un poco, tenía miedo que pudiera pasarle algo grave a mi novia, pues alcanzó a recibir un golpe leve en la espalda, pese a mis intentos por cubrirla.
Nunca antes me había tocado presenciar el clásico tapatío en las tribunas del estadio, y es hasta ahora que alcanzo a comprender la rivalidad tan fuerte que existe entre las aficiones de estos equipos.
En esta ocasión el triunfo fue nuevamente para Chivas, lo que ocasionó la furia de los rojinegros, pero no dudo que si la suerte hubiera sido para ellos y los anfitriones los rojiblancos, la situación sería la misma, pero los que hubieran tenido que pagar los platos rotos serían los aficionados de los zorros.
Estas barras son cosa seria, sus integrantes son procedentes de estratos bajos que, en su mayoría, se dedican únicamente a delinquir y a vagar. No respetan aparentemente nada ni a nadie, salvo los colores de sus respectivos equipos. El futbol se convirtió para ellos en un mero pretexto para continuar ejerciendo su vandalismo sin causa.
Entenderán pues, que después de lo acontecido me da mucho más gusto la victoria del Guadalajara ante el Atlas, que no ha podido ganar este clásico desde hace varios torneos. Me despido con algunas imágenes del partido.